Detrás de un gran hombre había una gran mujer.
Qué jodido es estar inspirado y qué difícil es decir o hacer algo original. Ya he hablado en algún otro diagnóstico sobre lo jodido que nos resulta buscar temáticas nuevas con las qué afrontar las secciones o en este mismo diagnóstico, porque desde luego yo no preño ideas como si fuera una vaca que continuamente diera con la fórmula correcta para hacer algo nuevo y fresco.
Y no conozco a nadie, en ningún ámbito de las diversas aficiones que tratamos, que lo logre por inspiración continua sino que la mayoría de músicos, dibujantes o guionistas que hemos entrevistado a lo largo de los años, nos reconocen que se necesita tiempo para madurar y macerar una nueva idea. Por eso, en los tiempos que corren en los que la necesidad de nuevos impulsos y sensaciones es lo que se demanda en todos los sectores del entretenimiento, el producto “nuevo” de verdad es casi improbable ya que para ello, como decía antes, se necesita tiempo para crearlo.
En el cómic de superhéroes la situación es todavía más triste, ya que es una forma de entretenimiento que se ha quedado más anquilosada todavía que la música, al intentar repetir éxitos pasados que ya se convirtieron en errores, que provocaron crisis tan profundas que amenazaron con la desaparición del propio género, como la política de crossovers y mega-eventos de los 90. Y parece que no aprendemos de ellos, amiguit@s.
Lo único que se piden son buenas ideas en forma de buenas historias, ya ni siquiera lo nuevo y original. Solo con que nos cuenten la historia de siempre, de otro modo, con eso me conformo: en la figura de cómics como Sleeper, All Star Superman, 52, Civil War (aunque ésta con reservas)… Muy pocos tebeos puntuales que aunque son la misma historia de siempre, con unos pequeños ingredientes bien racionados de realidad cotidiana y de mito homérico, tienen un nosequé que los hacen interesantes y entretenidos de leer.
Hablamos en nuestro último programa de Frank Miller y su Holy Terror, como de de otros grandes autores venidos a menos como mi favorito John Byrne. No obstante, pienso que no sólo está en manos de estos autores la decadencia del medio o de la política de las grandes editoriales. Está sobre todo en cómo nos dejamos “engañar” conscientemente y en nuestra condescendencia ante esta situación, dejando que nuestro fanatismo talibán nos vende los ojos, alimentando el hype y la novedad como de costumbre, a pesar de que sabemos de manera anticipada que nos van a dar de nuevo gato por liebre. Las musas también necesitan que las dejen descansar, amiguitos, y la industria, un tiempo de reflexión para saber hacia dónde se dirige.
Pobre “Paquito Molinero”, ya no me meto más con él, ¡Que dios le de una buena musa, san pedro se la conserve y todos tan amigos!
Saludos Freakman!
P.d.:ahora en serio, la diferencia entre Frank Miller y John Byrne -a parte del perfil de su obra tanto gráfica como literaria- es que este último es bastante más humilde y modesto dentro de lo que cabe; que no va de “estrellona” del show-business, vaya.