No nos dejemos llevar por la carne fresca.
Aunque es un topicazo el título del Diagnóstico de hoy, de vez en cuando es necesario parar y hacer balance de nuestras vidas, pero no desde un punto de vista personal sino desde un punto de vista global, sobre todo durante una crisis como la que nos está azotando.
Hemos tenido un sistema que no ha funcionado como causa principal de esa crisis. El capitalismo, que alcanzó su mayor auge tras la Segunda Guerra Mundial, un sistema de producción continua y en cadena de cualquier producto, que tenía el objeto de reflotar la economía de ese momento, sobre todo en Europa, que era la que más había sufrido sus consecuencias. Pero ese sistema ha sobrepasado sus límites y ha generado excedentes sin sentido, especulando irrealidades innecesarias para nadie, dando dinero para lo absurdo. Cuando ese sistema ha colapsado y se ha dado cuenta así mismo de que estaba a punto de morir, es cuando no ha podido prever las consecuencias de vivir por encima de sus posibilidades, creando un monstruo de escasez y penuria, como el que estamos viviendo desde que se inició la crisis en el lejano 2007.
Mi pregunta es, enlazando con el título del Diagnóstico, ¿hacia dónde nos dirigimos? Y mi respuesta es: hacia donde siempre pero de otro modo. Es decir, para la gran masa de gente, para la masa descerebrada a la que yo mismo pertenezco, apenas nada cambiará mientras no pensemos demasiado y tengamos pan, fútbol y formas alternativas de disfrutar de tiempo libre que nos entretengan. O si lo llamamos de otro modo, mirábamos al otro lado para no mirar al que debemos ver, pero ahora debemos ser conscientes de que nuestros actos tienen unas consecuencias y no debemos dejar que nuestras decisiones las tomen otros por nosotros y echarles las culpas de lo que nos suceda. Nos debemos despertar una vez más y asumir nuestra responsabilidad, que no es tanta, ya que al fin y al cabo es algo tan trivial como nuestro propio futuro y del que nos rodean.
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