WE GET THE DREAMS THAT WE DESERVE

We Get the dreams that we deserve”….

…cita esta canción de Marillion. Pero no es a los sueños a lo que yo me refería, si no a la realidad. Porque en los sueños sí que tenemos lo que nos merecemos, o lo que pensamos que nos merecemos, y trasladar estos deseos a la realidad, es mucho más difícil. Por eso, para mí, quien vive de lo que le gusta, cumple todos sus sueños, pero eso es otro cantar.

Bajándonos a la tierra un poco, todo esto viene a cuento de los cambios que se están produciendo en nuestra realidad cercana, y que por fin están tomando forma afortunadamente para muchos de nosotros. Lo hacen con un síntoma de esperanza que sí recuerda a esos cantos de positivismo con canciones como la mencionada en el título del diagnóstico.

Me refiero claro está, a hechos como son los resultados de las recientes elecciones europeas, o a la abdicación de JuanCar en Felipín, síntomas que muestran que estamos cambiando y que ya no hay vuelta atrás. Y no es que me olvide del tema catalán como ejemplo de necesidad de cambio, que es otra cosa en mi opinión, una rabieta o pataleta, que muestra que hay políticos egoístas que cuando no les dan lo que quieren, se comportan como los niños malcriados intentando hacer suyo un sentir mayoritario que es difícil de medir en términos tangibles.

El cambio siempre entraña dificultades, genera ansiedad y miedos en general por la incertidumbre que produce. Sobre todo, a personas que quieren que todo permanezca igual y quieren que se quede todo como esté, y por ello muy acertadamente se llaman a sí mismos conservadores. Por eso mucha parte de nuestra clase política actual, sobre todo la de los 2 grandes partidos mayoritarios, está acojonada y no me extraña porque tienen motivos más que de sobra para perder el asiento donde posan cómodamente su ano. Y eso no significa que se tenga que recurrir a la violencia para lograr un cambio como ellos argumentan.

Está bien conservar ciertas cosas que conforman una cultura o sociedad, pero si alguno de esos elementos molesta a una gran minoría, está bien que cambien para que haya aún más gente satisfecha. Por ello siempre he pensado que los gobiernos de consenso, de coalición o como se quieran llamar, aglutinan mayor número de ideas y pensamientos, y benefician a mayor número de gente, por tener menos personas perjudicadas, aunque no todo esté el mundo esté satisfecho a un 100%, eso sí que es una buena dosis de realidad.

Aunque a los que nos gusta el cambio nos llamen radicales, frikis o perroflautas, creo que es todo lo contrario, porque lo que queremos es estabilidad, para todos, no solo para algunos. Queremos tener trabajos estables; pagar préstamos hipotecarios que nos permitan tener un ritmo de vida estable; que nuestros hijos puedan acceder a una educación democrática y estable; o poder tener libertad de opinión no solo de palabra, sino de hecho de manera estable

Hay veces que estabilidad no es sinónimo de conservar algo a cualquier riesgo, si no que cuando un sistema colapsa como bien ha demostrado la terrible crisis económica que hemos sufrido, no hay que tener miedo al cambio, ya que ese cambio solo puede generar mejores cosas para los que han perdido hasta lo más básico. Un ejemplo de ello sería el tener todos, como dice nuestra constitución, la posibilidad de acceder a una vivienda digna. O simplemente, que aspirar al cambio sea una idea que se pueda reflejar positivamente en la realidad para poder alcanzar ese sueño.